viernes, 26 de diciembre de 2014

Viaje a Tarifa: entre inmigrantes subsaharianos

Inmigrantes en Tarifa por Hachero

'Salí de Camerún hace ahora cuatro años', afirma un muchachón con cara amable, 'yo de la República centroafricana', dice su vecino, 'de Gabón', 'yo de Costa de Marfil'. La larga fila de jóvenes parece una reunión de la Organización de los Estados Africanos. Han venido en embarcaciones de goma, desde cámaras de ruedas de camión a barquitas infantiles inflables, alguno ha pillado hueco en un remedo de zodiac, han superado los catorce kilómetros que separan Tánger de Tarifa y ahora saludan alegres, besan el suelo, elevan los brazos al cielo y se arrodillan a rezar.

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No tienen papeles, apenas tienen presente y nadie sabe qué futuro les aguarda pero yo los veo de otro modo: son la pesadilla de Darwin, superhombres que han superado las más difíciles pruebas de supervivencia y que ahora se enfrentan a la última pantalla de este trágico juego de la vida que les ha tocado vivir. Los que salieron de Camerún, de Gabón, de la República Centroafricana o de Costa de Marfil han atravesado frondosas selvas infectadas de bichos desagradables y de insectos que transmiten enfermedades horribles, han cruzado pantanos y aldeas hostiles hasta llegar al Sahel, ese extenso predesierto que no es sino un desierto polvoriento que anuncia la llegada del Gran Desierto de los Desiertos, el Sahara, que también han cruzado, muchos de ellos a pie, para entrar, entonces, en un país no menos hostil que aquellas aldeas hostiles que ya olvidaron en el camino: Marruecos.

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Para las chicas el camino no ha sido fácil porque, a todas las dificultades anteriores hay que unirles el que han pasado de mano en mano, y de bragueta en bragueta, hasta la última pantalla de este videojuego de la vida, y esas barrigas que les impiden los movimientos guardan terribles historias de humillación y sexo sucio tras un matorral, de tortazos y culatazos, de amenazas y de chantajes, tal vez de algunos dirhams, puede que de someterse gustosamente porque qué otra cosa hacer si tengo hambre, puede que incluso alguna de esas barrigas hable hasta de amores imposibles.

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Porque una vez que han llegado a Marruecos, la aventura se enquista y las montañas del Atlas, del Antiatlas y las del Rift no son sino pequeños promontorios ante la perspectiva de permanecer semanas, meses y hasta años subido en una montañita desde la que se ve el premio final: Europa. Un premio dudoso, un premio que les hará llorar y preguntarse que por qué demonios abandoné mi aldea con mi madre rumbosa que molía mijo al amanecer. Pero eso es otra historia. Lo triste es que el premio está ahí enfrente y que hoy que hace viento de poniente se ven perfectamente esas extrañas velas de kite surf que pueblan los cielos de las playas de Tarifa. Hay vida, pueden pensar, y se lo pasan muy bien, deben pensar.

Inmigrantes en Tarifa por Hachero

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Así que unos intentan entrar por la fuerza a través de esas vallas tan densas que vigilan con tanto ahínco los militares que les dan dirhams a las muchachas y los policías de verde que aguardan serios al otro lado. Así que estos chicos, estos muchachos, y aquellas chicas y aquellas muchachas no pueden ser sino, como decía antes, la pesadilla de Darwin, la evolución del ser humano a través de las más estrictas y difíciles pruebas de supervivencia que imaginarse uno pueda, curtidos por los caminos, las selvas, los desiertos, las montañas, las fieras salvajes y las fieras humanas, el profundo mar y el implacable sol.

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'Con semejante camino no estamos preocupados porque puedan traer el ébola', me comenta Javier Gil, el coordinador de la cruz roja en la provincia de Cádiz, y pienso que tal vez tenga razón, y espero que la tenga cuando veo a una voluntaria arrodillada ante uno de estos superhombres limpiándole los pies en una imagen que tiene mucho de papal pero que jamás se repetirá con un Papa en Tarifa.

Inmigrantes en Tarifa por Hachero

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'El ébola tiene un periodo de incubación que no es muy extenso y estos inmigrantes llevan muchos meses, años en el caso de algunos, dando vueltas desde que salieron de su país'. 'Estamos bien, gracias a Dios', me dice uno de estos inmigrantes que dice venir de Camerún, 'el viaje ha salido bien, no ha habido muertos ni heridos graves, ya estamos en España y todo ha salido bien'. Cierro los ojos y me imagino que hablo con un piloto de rallies famoso, alguien que atiende a la prensa con naturalidad y hasta cierto hastío, alguien que ha hecho el París Dakar por las dunas más peligrosas de Mauritania y que me atiende porque tiene que atender a la prensa.

Inmigrantes en Tarifa por Hachero

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Pero espera, este tipo es inmigrante ilegal, indocumentado si quieren evitar eso de ilegal, ha venido en una avalancha de inmigrantes, o bueno, en una afluencia masiva de subsaharianos, si quieren ser políticamente correctos, parece una estrella de rock. ¿Y por qué no? ¿Por qué no puede ser una estrella de rock, o un futbolista famoso, o un boxeador de fama mundial? Tal vez lo sea en unos meses, puede que se escape del centro de internamiento con su orden de expulsión en la mano y llegue a Francia para convertirse en el cerebro del Paris Saint Germain. Bah, quién sabe, tal vez sea un nigeriano que chulea a sus compatriotas y las amenaza con vudú. Quién sabe. Lo único cierto es que somos testigos de un drama de proporciones épicas, un drama que genera superhombres y supermujeres, seres poderosos acostumbrados a todo y que ignoran su propio poder. Pero no es hora de reflexiones absurdas. Por un walkie talkie suena un aviso. Salvamento Marítimo ha encontrado otras cinco embarcaciones con cuarenta y cinco náufragos. Hoy son son ya doscientos sesenta y siete.

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domingo, 14 de diciembre de 2014

Viaje a Malasia: el proyecto artístico del río Melaka

merlaka por hachero


Cuando el príncipe Parameswara cruzó los tenebrosos mares huyendo del enemigo que pretendía asesinarlo no podía imaginar que su rostro permanecería para siempre y jamás en la fachada de una casa junto a un canal. Tampoco Juan Alfonso de Albuquerque, capitán portugués al mando de un joven Magallanes, sospechó nunca que su conquista sería recordada en tonos pastel, y qué decir de los soldados japoneses que invadieron la península, de los asustados reclutas británicos o de aquel día de 1963 en que todo un pueblo estalló en vítores porque Naciones Unidas reconocía un nuevo país llamado Malasia.

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Y sin embargo, ahí están, todos, juntos y hasta revueltos, bordeando un río llamado Melaka y dando esplendor a un barrio llamado Little Amsterdam, para orgullo de los locales y curiosidad de los visitantes.

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En la Pequeña Amsterdam de Melaka consta la historia del país, para que a nadie se le olvide. Little Amsterdam tiene un canal, que tal vez sea el motivo de este ampuloso nombre, y unas casitas bajas de los tiempos de la colonia holandesa, que a buen seguro completa ya para siempre su sobrenombre.

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Porque, dice la historia, en el siglo XIII el príncipe Parameswara huyó de su isla de Sumatra natal para fundar esta ciudad de Melaka y escapar de una muerte segura. El príncipe escogió la localización de lo que hoy es Melaka por la extraña razón de que a su perro le dio por perseguir un ciervo enano, o ciervo ratón de agua, o antilope almizclero.

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Tras este príncipe, que era hindú pero al tiempo musulmán, vinieron los chinos, con el legendario almirante Zheng al frente, que convirtió a los descendientes del príncipe de los azmilcleros en súbdito de facto de la dinastía Ming. Y a los chinos, apenas un siglo después, les pisaron la tierra los portugueses, en su eterna y sedienta búsqueda de especias y ciudades de oro y joyas, y siguiendo su rastro se pisaron los talones holandeses y británicos.

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Su posición, la de la ciudad de Melaka, en el estrecho de su mismo nombre, le brindó un éxito seguro, y casi que a día de hoy sigue teniendo en su mano el paso de gran parte de la mercadería mundial, sobre todo de la china. Pero todo pasa y en el siglo XVII los conquistadores de tantos imperios, los europeos en suma, comenzaron a perder interés en esta estratégica ciudad, después de tanta sangre derramada y de tanto bamboleo en el poder, y cayeron en la cuenta de que más al sur la cosa estaba igual de estratégica pero menos disputada: fue el momento entonces de Singapur, para los británicos, de Yakarta para los holandeses, de aferrarse a  Timor Oriental, los portugueses . Y la ciudad quedó en un limbo romántico, de locales mestizos que cocinaban platos lusitanos y construían viviendas holandesas mientras se comunicaban en inglés y acogían a chinos e hindúes para repoblar lo que dejaron vacío los anteriores.

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Con el germen del estado malayo en formación, aún deberían venir grandes desastres para los locales: las tropas japonesas invadiendo toda la fachada pacífica del continente asiático, destrozando a las mal preparadas tropas británicas acantonadas en la región, el nacimiento de las guerrillas comunistas (que tanto se estilaron en el sudeste asiático) para aprovechar la coyuntura y golpear con dureza a los colonialistas, la independencia de 1963, la pérdida de Singapur dos años después y los años del despegue económico, despegue con muchas dudas, del gobierno de Mahathir Mohammed.

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Todo está aquí, en estas paredes, los soldados británicos acantonados con sus bayonetas caladas y temblando de miedo ante el empuje japonés, los grandes buques de los portugueses sorprendiendo a los locales que los miraban absortos, los elefantes que tan importantes han sido en el desarrollo de los primeros malayos, todos sobresaliendo de balcones, horadados por ventanas, con enormes granos en forma de aires acondicionados, dibujos que brillan bajo el aplastante sol del sudeste asiático... Breve descripción de la historia malaya en inglés.

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Melaka por Hachero

La idea es tan reciente como 2010 y el resultado resulta, cuando menos, curioso y agradable en una ciudad con otras iniciativas más desconcertantes, como estos rickshaws (pincha aquí). Un paseo histórico por un barrio recuperado del abandono, un suspiro de canal holandés y una buena manera de unir el arte callejero, tan denostado en medio mundo, con el embellecimiento de una ciudad. El proyecto de las pinturas, más bien graffities, se conoce como Proyecto artístico del río Melaka, Projekarm en malayo, y se trató de una iniciativa del gobierno local para rescatar del olvido una zona degradada en una ciudad que se expande en lo turístico desde hace casi dos décadas. Y no sólo con historia: graffities más al uso también recibieron la bendición local para que el barrio luzca más variado.

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Toda una lección de historia que permanece, desde dos mil diez, en las paredes del barrio que mencioné al principio, Little Amsterdam, ese remedo de Dutch con río a modo de canal holandés. ¿Por qué no pintamos las fachadas de las casas, de los hoteles, de las tiendas?, se dijeron. ¿Por qué no?, se contestaron. La zona se conoce también como Jalan Kampung Hulu, y el recorrido abarca desde el mercado central hasta el río Klang, una zona que en apenas un mes pasó del olvido al mundo multicolor. Pincha aquí para conocer algo más del proyecto.  Y pincha aquí para ver cómo se ejecutó. En este artículo dice que fue París su inspirador, cuando vieron que los franceses eran capaces de hacer una playa en la ribera del Sena. Si los franceses son capaces de construir una playa, ¿por qué no podemos nosotros reconstruir un barrio?

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La idea cuajó bien en una ciudad que rebosa estudios de pintura y artistas que dejan su impronta en cualquier parte de la ciudad. Claro que el proyecto no podía dejarse en manos de cualquiera. Los graffities debían de ser ilustrativos, de calidad y que agradaran al paseante. No en vano el río Melaka, que también se conoce como Bandar Hilir, es un espacio nuevo en la ciudad puesto al servicio de los touroperadores que surcan ahora sus aguas llevando guiris desde su interior a la desembocadura. Los artistas vinieron de Singapur, Tailandia, Indonesia, Filipinas, Hong Kong, Suecia e Italia, además de locales, artistas callejeros que enarbolaron la bandera del arte callejero como arte con mayúsculas como contrapunto al gamberrismo que muchos denuncian. Para saber más sobre los murales entra aquí.

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Y así, entre el 1 de febrero y el 22 de febrero de 2010 el barrio pasó de ser tristón y gris a rebosar color e historia (aunque no todo sea historia). Fue la culminación de un proyecto que comenzó en 2001 y que le había costado al gobierno local nada menos que 65 millones de dólares entre dragado del río, limpiar cañerías e impulsar los cruceros fluviales. En 2008 la propia UNESCO reconoció el esfuerzo otorgándole el codiciado título de Patrimonio de la Humanidad. Hoy los graffities confieren a la Little Amsterdam un aspecto distinto, desenfadado, un agradable paseo, diferente. El graffiti como arte protegido por un gobierno local.

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