jueves, 29 de mayo de 2014

Viaje a Milán: en el mundo Ferrari del circuito de Monza

momia ferrari por Hachero

Milán es una ciudad tan dedicada a los coches de carreras que en su catedral está la momia de Ferrari. Claro que no tiene nada que ver con los fórmula 1 que compiten en la cercana ciudad de Monza sino que se trata de Andrea Carlo Ferrari, un poderoso cardenal que llegó a Arzobispo a principios del siglo XX y cuyo cadáver permanece expuesto en el Duomo para desconcierto de los que nada sabemos ni de coches ni de santos. Si estuvo relacionado con Enzo Ferrari o no, ya no importa. Su cabeza está coronada con un solideo tan rojo como los colores de la famosa escudería y sólo puedo imaginar al ya beato cardenal disputándole el volante a Fernando Alonso. Su rostro anguloso, además, invita a pensar en velocidad y la túnica blanca me recuerda al mono del asturiano.

fernando alonso por Hachero

Monza por Hachero

Claro que el entorno es lo más alejado del escandaloso ruido de un circuito de carreras y la gótica oscuridad del templo no huele a neumático quemado. Son otras las hordas que aquí se acercan, tal vez más pías, puede que no tan amantes de la velocidad, pero hordas que empalidecen cuando se encuentran en tan pequeño espacio los tres grandes reclamos de Milán: un Ferrari rojo (aunque sea en forma de cardenal), la moda y el lujo desatado (aunque sea en forma de enorme cartel en la fachada del Duomo que escandaliza incluso a las gárgolas) y el Teatro alla Scala, la mayor ópera del mundo. Y por supuesto un ferrari testarossa descapotable dando vueltas por las calles aledañas de la catedral mientras su reflejo empaña los escaparates de algunos de los comercios más caros del país.

catedral Milán por Hachero

milan por hachero
desconcertante escaparate en el centro de Milán

Aunque la fábrica de estos exclusivos coches, los Ferrari, se encuentra en Maranello, a 180 kilómetros de Milán, y el circuito donde se celebran las carreras de fórmula 1 está en Monza, a 15 kilómetros de la momia del cardenal, Milán se ha apropiado de la fama de Ferrari y no estoy seguro de que los desconcertantes inventos de Da Vinci, o su celebérrima Santa Cena, o incluso las representaciones de la Scala tengan tanto público como el estruendoso mundo del motor de alta competición. A pocos metros del Duomo se levanta el edificio de cinco plantas de la Ferrari Store, en franca competencia de público, en la cola de la Santa Cena los japoneses llevan gorras rojas con el caballito en fondo amarillo, por las calles circula otro ferrari rojo (¿será el mismo?). Los aficionados con gorritas del caballito se acumulan en las librerías de Berlusconi, se hacen fotos ante el edificio de la bolsa o llevan la camiseta de Ruud Gullit, o la de Mourinho, leyendas del Milan y del Inter respectivamente, mientras cargan bolsas del Ferrari Store. Voy a asistir a una carrera de fórmula 1, yo, que nunca he ido a una antes, a pesar de vivir tan cerca del circuito de velocidad de Jerez, yo, que para más inri no distingo entre Red Bull o Renault.

monza por hachero
monza por hachero

Aunque Monza está a quince kilómetros, como decía, la mayoría de los aficionados duermen en Milán, veo al mismo Botín descender de una furgoneta escandalosamente tatuada con el logotipo del Banco de Santander para entrar en un lujoso restaurante del centro de la villa, los hinchas vienen de China, de Rusia, del Golfo Pérsico, de España o Nueva Zelanda, la abigarrada multitud se desparrama por la ciudad, mira escaparates, se tumba en los parques y, sobre todo, gasta dinero. Mucho dinero. Milán es la capital de la región de la Lombardía, el segundo PIB de Europa (tras la L'Ille de France), un dineral del que al menos el 11% proviene del turismo, y a pesar de que son miles las cosas que ver, parece que el deporte se impone y sobre todos los deportes, la fórmula 1 alcanza el máximo. En la ciudad donde triunfaron Maldini, Svchenko, Luis Suárez o Van Basten los turistas llegan buscando algo más: el caballo negro sobre fondo amarillo que estampa los rojos bólidos patrocinados ahora por el banco de Santander. Los días de carrera Milán desborda turistas y que me haya encontrado al mismísimo Botín indica que el ambiente se acerca a su momento álgido.

monza por Hachero

Monza por Hachero

Monza por Hachero

Pero el circuito, como decía, está más lejos. En Monza. Un circuito tan mítico que apenas paga nada por celebrar estas carreras (alrededor de 10 millones de euros al año frente a verdaderas millonadas que pagan otros circuitos menos conocidos y con menos tradición). Cada entrada es un dineral, la mía 250 euros por asistir a una carrera de unas pocas horas, pero los que se parapetan tras los cristales espejo del edificio VIP pagan más de 3.000 euros (los del circuito de Abu Dabhi cuestan 4.500), a lo que hay que agregar las consumiciones, la comilona, los cascos para evitar quedarte sordo, la estancia, los pasajes y, los más ansias, las entradas para los entrenamientos (a 60 euros).

Alonso y todos los demás por Hachero

monza por hachero

Monza tiene 120.000 habitantes pero parece más pequeña, una apacible ciudad de provincias. Fue la capital de los lombardos, y de ahí le vienen todos esos palacios y casas señoriales, pero de no ser por el circuito, llamado aquí el Autodromo Nazionale Monza, el punto central del Gran Premio de Italia y centro del mundo Ferrari, Monza no pasaría de ser otra hermosa ciudad italiana con un presente tan lánguido como un pasado esplendoroso. Pero el circuito atrae a tantos turistas que se olvidan sus hitos históricos, para desgracia de la Historia.

monza por hachero
Monza por Hachero
monza por hachero

Y eso que cualquier aficionado a las carreras entra en uno de sus más gloriosos monumentos porque el circuito está construido en el parque de la Villa Real de Monza, un gran complejo arquitectónico neoclásico que fue residencia de los reyes de Italia y hasta de los del imperio austrohúngaro. Un enorme palacio con unos aún más enormes jardines al estilo inglés tras los que se esconde un todavía más enorme parque. Tan grande que el circuito está dentro y aún parece que la Villa no se haya resentido. Aquí vivió el rey Humberto I, aunque cayó muerto mientras asistía a unos espectáculos deportivos y su hijo, Victor Manuel III, le cogió manía al sitio y no quiso vivir más en un lugar que le traía tantos malos recuerdos. Poco después comenzó a construirse el Autodromo, concretamente en 1922, en aquel momento constaba tan sólo de un óvalo de diez kilómetros. A partir de ahí se trazaron distintas variaciones hasta que en 1955 la longitud quedó reducida a la actual: 5,7 kilómetros.

circuito de Monza

Palacio de Monza googleearth
En la foto de arriba se ve lo enorme del complejo de la Villa Real, con el palacio en la esquina inferior izquierda mientras que abajo ese mismo palacio se ve aumentado

Un espacio inmenso dentro del que se encuentra, como decía, el circuito con sus 5.793 metros, casi seis kilómetros, once curvas, el circuito más rápido del mundial y un lugar de records, desde la velocidad máxima de un monoplaza en un Gran Premio (el colombiano Montoya en 2005, con 372,6 Km/h) al inicio más desgraciado, cuando el piloto Materassi se salió de pista y no sólo perdió la vida sino que se llevó las de veintiseis espectadores (el récord absoluto de accidente desgraciado lo tiene Le Mans, con la muerte de ochenta y tres personas).

monza por hachero
Siéntase mecánico por un ratito
Ferrari por Hachero
O mire un rato el entorno del clásico binomio coches deportivos- mozas de buen ver

monza por hachero
O disfrute de las mieles del éxito como un Fernando Alonso 

El entorno del circuito es un circo. En aquel stand te proponen cambiar una rueda de un monoplaza, en el de más allá venden parafernalia textil, en el otro unos muchachos se agarran a una azafata de amplias curvas para una foto en una suerte de podium de pega. Los rusos se pasean con banderas rusas y por allí pasa un español con una camiseta de la Falange Española, más allá un neozelandés luce banderola austral y el césped luce moteado de grupitos que beben cerveza a cinco euros la lata. Es decir: es un espectáculo en sí mismo, lejos de las carreras y de los vehículos, el ambiente ya justifica para muchos el viaje y los días pasados en la Lombardía.

Monza por Hachero

El paso de los vehículos crea un trueno que destroza tímpanos y, sinceramente, no me entero de nada: no sé quién va primero, quién segundo, tampoco tengo mucho interés y prefiero abrevar en el bar aunque sin mucha alegría (por el precio de cada consumición). Total, como dijo aquel, esto no deja de ser una carrera de coches donde compiten muchas marcas pero al final siempre gana un tal Vettel y una tal Red Bull....

ferrari por Hachero


Para saber más de Monza y la Fórmula 1

http://lavozdetenerife.com/not/46006/monza___formula_1_en_estado_puro/

http://www.jotdown.es/2013/09/formula-1-un-negocio-en-el-que-la-banca-siempre-gana/

http://www.formulaf1.es/circuito/monza-italia/

lunes, 19 de mayo de 2014

Viaje a Gagauzia: los turcos procedentes de Bulgaria en la ex república soviética de Moldavia

Llanuras amarillas salpicadas de montículos grises sobrevolados por ruidosas bandadas de cuervos. Y nada más. Me dirijo a Comrat, capital de la Gagauzia, extraños nombres que parecen sacados de un cuento medieval, de castillos en escarpados precipicios y princesas de rubias trenzas. Nada más lejos de la realidad. A no ser que las princesas y los príncipes hayan desarrollado plumas negras y píen desesperados por estos extensos campos. De no ser por la hilera de árboles que contornea la carretera, y algún viñedo despistado allá a lo lejos, parecería que me adentro en la Nada, así, con mayúsculas. Un destartalado cartel me anuncia que no he errado el camino: Gagauziya, Komrat Dolayi. Hace tanto frío que apenas puedo empuñar la cámara de fotos porque se me hielan los dedos de las manos. El chaquetón que tanto calor me da en el sur de España parece ridículo en este erial. Acelero para llegar cuanto antes a la capital de tan desconocido país: Gagauzia.

Gagauzia por Hachero

Claro que no es un país realmente, por mucho que sus vecinos se consideren así. La Gagauzia es uno de esos charcos que dejó atrás la retirada de todo un océano: el imperio otomano. De hecho, la misma palabra, Gagauzia, proviene del turco Gok-oguz, que significa 'Cielo de los Oghuz', una tribu turca selyúcida que ocupó las extensa llanuras del este de Europa hace siglos. Un nombre que es, además, una declaración de intenciones porque los vecinos de la Gagauzia se consideran turcos y anhelan el día en el que la gran Turquía volverá con ímpetu a recuperar las tierras que pertenecieron al imperio Otomano y aunque estén ahora encuadrados en el territorio de Moldavia, una antigua república socialista soviética, ellos miran más a Estambul y a sus primos tártaros de Crimea que a la capital de este país de opereta que es Chisinau. De hecho antes que mirar a Chisinau prefieren mirar a Moscú con cierta nostalgia de los tiempos de la Unión Soviética.
Gagauzia por Hachero
Cartel del panturquismo a la entrada de Comrat, la capital de la Gagauzia

Porque los gagauzios son étnicamente turcos pero provienen de Bulgaria y en lugar de musulmanes son fervientes cristianos ortodoxos desde que los rusos les permitieron, allá por el siglo XVIII, asentarse en estas desabridas tierras (de las que echaron, por cierto, a los Nogai, otro pueblo turco que se mezcló con los mongoles y terminó por instalarse en la república rusa del Daguestán, en pleno Cáucaso). Todo un lío que gente como yo, proveniente de un país más o menos uniforme en eso de las razas, no acaba de comprender muy bien. El caso es que los gagauzios dicen provenir de los seguidores del Sultan Izzeddin Keykavus II, un potentado de la Anatolia que se instaló en la región en el siglo XIII después de haber peregrinado por los Balcanes. Las guerras rusas del siglo XVIII terminaron por desplazarlos a estos campos surcados por cuervos con la obligación, eso sí, de convertirse en masa al cristianismo ortodoxo. Y así fue. Pocos pueblos cristianos he visto cumplir tan a rajatabla sus obligaciones rituales, las abuelas se persignan como atacadas por ejércitos de chinches, los sacerdotes ortodoxos parecen bailar mientras murmuran sus oraciones, en las iglesias se acumulan comidas y regalos de lo más peregrino. ¡Y pensar que son turcos!

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero
Turcos, sí, pero turcos búlgaros. Así se consideran, dicen, y así quieren que se les reconozca. Soñadores, dicen, de la Gran Turquía, y para reafirmarlo un gran cartel me recibe a la entrada de Comrat: un cartel que colorea los territorios de la región habitados por turcos, desde la propia Turquía a Azerbaiyan o Turkmenistan (y podía seguir más allá con los uzbekos, kazajos, yakutos o incluso los uigures de la China). Comrat no es precisamente bonito. Las calles me parecen anchísimas, el tráfico es casi inexistente, los campesinos llevan tanta ropa que me quedo hipnotizado con la acumulación de capas textiles y el único restaurante que encuentro está bajo tierra y sólo se accede bajando una pronunciada escalera. Es la capital pero parece una aldea perdida de provincias y me asombra aún más que consideren viable todo un país con menos habitantes que Jerez de la Frontera y sin muchos más recursos que unos cuervos y algunas vides.

Gagauzia por Hachero
Así es Comrat, la capital de Gagauzia

Y sin embargo, ya fue independiente una vez. En 1906 un grupo de campesinos asaltó el edificio del poder y declaró una independencia que sólo les duró seis días (la República de Comrat), un espejismo porque los gagauzios siempre han estado dentro de otro país: hasta 1917 pertenecieron al imperio ruso, desde entonces y hasta 1944 fueron rumanos, y de ahí hasta 1991 fueron parte de la URSS para terminar ahora como parte de Moldavia. Yo no acabo de verlos ni como turcos ni como rusos aunque si debo inclinarme por alguno lo haría por estos últimos. En este blog puedes ver cómo es la vida en este curioso lugar: http://dispatchgagauzia.wordpress.com

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero
Tras la caída de la URSS los vecinos de Comrat se declararon nuevamente como república autónoma en el verano de 1990 pero el recién constituido gobierno de Moldavia anuló la declaración por inconstitucional y los gagauzios se vieron, otra vez, con un palmo de narices. Los gagauzios apoyaron el golpe de estado de 1991 en Moscú  y volvieron a declarar la independencia, que dio pie además al Transniester a declarar la suya, pero entonces el gobierno de Moldavia, que entonces era una República Socialista Soviética, cortó los lazos con Moscú y los gagauzios se echaron atrás. Después de unos años de tira y afloja, el gobierno de Chisinau reconoció la autonomía de Gagauzia el 23 de diciembre de 1994, una fecha que aquí se celebra como el día de la Independencia. El parlamento de Chisinau acordó entonces que en el caso de que Moldavia decidiera unirse a otro país (Rumanía en concreto porque las poblaciones son las mismas) los estados federales de la nación, Gagauzia por ejemplo, podrían independizarse o unirse a quien quisieran.

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero

Por una calle de Comrat avanza un cortejo fúnebre. El occiso está en un ataúd subido sobre la caja descubierta de un camión. Puedo verle la nariz y parte de la papada. La multitud avanza parsimoniosa a través del frío glacial que azota la ciudad. Sigo a la comitiva y entro una iglesia un tanto kitch donde aguardan tres sacerdotes ortodoxos. Cuelgo la cámara con respeto pero uno de los popes me anima a hacer fotos. Tímidamente tiro la primera pero compruebo que no existo para los presentes y pronto me embalo. A nadie parece importarle que un extranjero haga fotos en un funeral. Colocan el féretro a los pies del altar y alguien coloca una botella de una bebida de cola presidiendo el rito. Una señora clava, literalmente, una larga y fina vela entre los dedos del difunto, un difunto que apenas cabe en la caja, rodeado de todo tipo de flores, objetos que no acabo de discernir, velas y cojincitos. A mi alrededor se repiten, como sacudidas, las persignaciones, las cruces ortodoxas, el recargado barroco de las iglesias cristianas del este.

Gagauzia por Hachero

Porque, como decía, los gagauzios son turcos pero desde que abrazaron la ortodoxia de los santos Cirilo y Metodio parecen más cristianos que nadie. En otra iglesia se reúnen decenas de abuelas, traen comida, llenan una gran mesa con lo que parece un banquete, de sus miradas se desprende necesidad y vidas tan largas como duras, pero ahí están, hincadas de rodillas, inclinándose como orates, tumbadas en el suelo mientras la imaginería religiosa parece observarlas vigilante desde todos los puntos del templo. El idioma, recuerden: el turco, tiene una interesante variación de la lengua madre: las palabras religiosas de los ritos cristianos rusos ocupan el lugar que en Turquía tienen las palabras religiosas del árabe, así que olviden eso del Allah u Akbar o el clásico Inshallah mirando al cielo...

Gagauzia por Hachero

El siguiente hito de la historia de la Gagauzia ocurrió el 2 d octubre de 2014, cuando celebraron un referéndum que Chisinau, la capital de Moldavia, calificó de ilegal pero que dejó claro que a los gagauzios les tira más Rusia que la Unión Europea y que en el caso de que Moldavia pretenda unirse a la Europa de los veinticinco ellos se independizarían para seguir manteniendo los lazos con Moscú. Paseo por un cementerio a las afueras de Comrat y descubro tumbas soviéticas, tumbas en cirílico, tumbas que esconden a un atleta olímpico, con su antorcha grabada y todo, tumbas y más tumbas.

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero

Nada nuevo porque se aferran a los acuerdos de 1994 para exigir su capacidad de elección aunque en Chisinau lo ven diferente porque nadie ha solicitado unirse a ninguna parte. Un referéndum del que no se sabe mucho más que su coincidencia con disturbios en Ucrania precisamente por algo similar pero que parece haber partido de un grupo de oligarcas gagauzios de origen ruso: http://euobserver.com/opinion/123000. No puedo terminar de imaginar este lugar como país independiente, pero no sería el primero en Moldavia (este minúsculo país ya alberga otro, la república del Transniéster) ni en la zona (Abjasia, Osetia del Sur y el Nagorno Karabagh son otros, algo más al sur, en el Cáucaso). Curiosamente todos ellos han contado con presencia, o ayuda, de Moscú para erigirse como estados independientes, a pesar de que apenas nadie los reconoce (al Nagorno sólo lo reconoce Armenia, a Abjasia Venezuela, Nicaragua y Rusia, y al Transniester y Osetia del Sur nadie se atreve a darles ni los buenos días, ni Rusia, a pesar de que de facto con los rusos los que los controlan). Por supuesto obvia decir que entre ellos, todos se reconocen...

Gagauzia por Hachero


Vuelvo a Chisinau por la carretera nacional que une este intento de país con el otro que lo ha logrado. Una bandada de cuervos surge como por ensalmo tras de unas instalaciones industriales que parecen haber sido abandonadas siglos atrás. ¿Serán los mismos cuervos que me recibieron? En todo caso Moldavia es un excelente lugar para probar vinos tintos, Pino Noir sobre todo, y me concentro en la botella que me aguarda en Chisinau. Espero que al regresar no estén los dos perros congelados que murieron a las puertas de mi edificio de apartamentos y que pasan los días allí como un monumento al frío sin que nadie los retire. Pero no, ahí siguen, y para que la escena no disminuya el surrealismo, un zíngaro hace bailar a un oso que lleva encadenado por el hocico... Moldavia no deja de ser otro mundo, a pesar de estar tan cerca...

Gagauzia por Hachero

La Gagauzia, por si fuera poco, no ocupa un solo territorio sino varios, inconexos entre sí. Son 170.000 habitantes ocupando 1.832 kilómetros cuadrados, con tres ciudades principales (Comrat, Ceadar-Linga y Vulcanesti) y veintisiete aldeas, separadas por bolsas de población moldava de origen búlgaro que alejan Vulcanesti de Ceadar-Linga. Gagauzia tiene una asamblea con un presidente y gobernador, que además tiene silla en el parlamento moldavo. Con ser pocos, los gagauzios se han expandido a lo largo de la historia y hoy podemos encontrarlos fuera de sus ansiadas fronteras: 20.000 viven en Bulgaria y en Grecia, y 32000 más en Ucrania, sin contar otro par de decenas de miles que vive en el resto de Moldavia. Un país de opereta, me digo mientras trato de encontrar algo que responda a mi imaginario de capital de un país. Y eso que tienen su propia bandera, su propia policía, varios periódicos en gagauzio y hasta una universidad.

Gagauzia por Hachero

miércoles, 14 de mayo de 2014

Viaje a Polonia: Elblag, la ciudad que renació de sus cenizas



El centro histórico de Elblag es lo más parecido a un decorado de película. Paseo por sus calles como el que visita un museo: todo está limpio, impoluto, las calles ordenadas, los edificios como recién salidos de una enorme caja de regalos, incluso lo antiguo tiene pinta de nuevo, me extraña que el campanario no esté dentro de una gran vitrina. La sensación es parecida a la que siente el recién llegado en la parte nueva de Beirut, en el Líbano, una reconstrucción minuciosa, multimillonaria, unos acabados perfectos y un orden milimétrico. Pero apenas pasea nadie por la acera, tras los visillos sólo vislumbro un gato, la perfección de las líneas rectas, el color de las fachadas, todo se empeña en indicarme que transito por una burbuja irreal que habrá pronto de desvanecerse en una bruma burlona. Pero no hay nada burlón en una ciudad que desapareció por completo en el marasmo de la Segunda Guerra Mundial.

Elblag tras la II Guerra Mundial

Porque cada adoquín que piso, cada acera que camino y cada esquina que doblo forman parte de un esfuerzo titánico que alcanza su cima en los edificios. Hace veinte años esto era un erial. Hace cincuenta, un montón de escombros. Y hace un siglo, una ciudad alemana. Pero lo que fue una Prusia llena de vecinos alemanes hoy es una ciudad teatral llena de polacos que ha costado sangre, sudor y lágrimas. Porque la ciudad vieja quedó tan destruida tras la Segunda Guerra Mundial que el gobierno decidió reconstruir la ciudad de Gdansk con los escombros de Elblag, que se pensaban irrecuperables (lo mismo sucedió en Malbork, cuyos escombros se destinaron a la reconstrucción de Varsovia).


Elblag por Hachero

De la ciudad no quedó apenas nada debido a que fue un centro nazi que con un horroroso campo de exterminio cercano, el de Stutthof, (pincha aquí para conocer este campo). Cuando los soviéticos se aproximaron en 1945 los habitantes de la ciudad, alemanes en su mayoría, la abandonaron dejando detrás prácticamente todo, hasta sus objetos personales, que fueron saqueados por los rusos, quemados los edificios  y posteriormente dinamitados como última venganza. Elblag resultó algo más que dañada: más bien destruida, y sus habitantes vagaban entre las ruinas con la mirada perdida y el odio eviscerando sus entrañas. Porque la conferencia de Postdam otorgó esta ciudad destruida y prusiana a los polacos, que prohibieron incluso que se establecieran alemanes, pero el esfuerzo que tenían por delante era enorme.

Elblag antes de la II G.M

Elblag por Hachero

La reconstrucción no fue fácil después de la guerra porque apenas había obreros y se priorizó la recuperación de las grandes ciudades. Así que hubo que esperar hasta los años 1990, justo tras el colapso de la URSS, en un clima que no invitaba a nada porque la ciudad se despertaba de una dependencia crónica de empresas estatales ineficaces, muy poco consumo y muchas deudas de crédito, una ciudad que tenía tasas de desempleo superiores al 32%.

Elblag antes de la II G.M

Elblag por Hachero

Tras la guerra, ningún alemán consiguió permiso para volver a sus casas y comenzó entonces un proceso de polanización hasta que hoy el 98% de los vecinos son étnicamente polacos. En los años noventa se impulsó un proceso de reconstrucción de sus lugares históricos que arroja un resultado al tiempo espectacular y desconcertante. A partir del año 2000 la reconstrucción se hizo emulando la arquitectura anterior al desastre de la guerra, intentando levantar los mismos edificios en los mismos emplazamientos, incluso empleando ladrillos provenientes del desastre y trozos de las antiguas murallas. Se realizó un intenso programa arqueológico y otro de emulación por ordenador para dibujar la ciudad tal y como era: aunque los edificios quedaron destruidos, aún eran reconocibles los patios traseros y las letrinas de las casas, lo que sirvió como punto de arranque. Ho</span><span style="font-size: 13px;">y vuelven a vivir en la ciudad alrededor de quinientos teutones que han vuelto a las tierras de sus ancestros y Elblag revive como un ave fénix.

Elblag por Hachero

Pero la reconstrucción de la ciudad comenzó antes de la década de los noventa, tanto como en los años sesenta y con una imaginación que vio grandes posibilidades en los edificios destruidos. Arriba puedes ver el antiguo altar de la iglesia de la Virgen María, una loca idea de un artista local, Gerard Kwiatkowski, quien en 1961 convenció a las autoridades de que esa ruina a medio caer podía llegar a ser un gran taller para artistas y una moderna galería de arte. El proyecto cayó en campo abonado y hoy es una desconcertante, y hermosa, sala de exposiciones, enorme, solemne y cargada de posibilidades, en la que aún pueden sentirse los ecos de los monjes dominicos de siete siglos atrás. Se llama galería EL, un nombre no menos desconcertante que proviene de la misma ciudad Elblag.

Elblag por Hachero

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Elblag por Hachero

La Iglesia de la Virgen María comenzó a construirse  en 1246 por la orden de los dominicos en su intento de cristianizar las regiones del Báltico. Una capilla que pronto adquirió entidad al añadirle un presbiterio, una sacristía y dos pequeñas salas anexas que volvieron a quedarse pequeñas y que obligó a posteriores ampliaciones hasta que consiguió un aspecto de satisfecha devoción y ese extraño perfil que se dibuja contra el cielo estrellado de Elblag.

Elblag por Hachero
Elblag por Hachero

No debía de estar Nuestro Señor Todopoderoso del todo contento con semejante obra porque en 1504 salió ardiendo y destruyó su interior, para la desesperación de los píos constructores que, no obstante, no interpretaron las llamas como yo y volvieron a reconstruir el sagrado lugar. Se añadieron nuevas naves, se aumentaron ciertos niveles y adoptó algo más parecido al aspecto amenazante que hoy se recorta bajo el límpido pero tenebroso cielo nocturno del norte de Polonia. Los dominicos, que tanto habían trabajado en esta azarosa iglesia, sufrieron un nuevo revés, que fue terrible sólo para dos monjes: los dos últimos dominicos de Elblag. Los luteranos se hicieron con el poder religioso y los católicos se fueron a hacer puñetas...

Elblag por Hachero

Dominicos y luteranos fliparían hoy con lo que fue su templo, inmutables sus altos muros pero desacralizado el interior para con propósitos para nada píos.

Elblag por Hachero

Elblag por Hachero

Elblag por Hachero

El edificio superó pues fuegos y llamas, construcciones y reconstrucciones, cambios de rumbo ideológico y obras de toda suerte pero en 1945 el empuje de las bombas de la Segunda Guerra Mundial lo mandó todo al traste: las tumbas maneristas, los epitafios centenarios, los raros muebles acumulados durante siglos y los pasos de órdenes olvidadas. La derrota de los nazis supuso un alivio para la población mas no para el edificio que pasó a manos de la Desidia y el abandono dejó en pie tan sólo el presbiterio, la sacristía y el claustro (eso sí, con su tejadito). Hoy Elblag sale de su larga noche, sus calles tienen la forma y buscan ahora el espíritu. Curioso que haya sido la iglesia de la Virgen María donde el pasado y el presente se hayan conjugado con más acierto. Tal vez sea obra del espíritu mismo...

Elblag por Hachero

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