martes, 21 de enero de 2014

La bella Sorotama y el gaditano Lázaro Fonte: enamorada del demonio




Cuando la bella Sorotama conoció al joven Lázaro no podía saber que su rostro escondía el de un demonio. De Lázaro Fonte decían que era de recio porte, bello perfil y fuerza extraordinaria, era nada menos que capitán y decía venir de Cádiz, un puerto que hervía en aquel entonces de marineros de todos los mares. En la imaginación de la joven Sorotama el gaditano ardía en encantos, desenvuelto y zalamero, un noble de rica cuna que había cruzado el océano en su propia nave porque tenía afán aventurero, un galán que tenía a bien, fíjense ustedes, el fijarse en ella, una pobre indígena. El apuesto capitán además pasaba horas enseñando castellano a los nativos, asombrándolos con las costumbres españolas y, entre frase y frase, derritió el corazón de la bella Sorotama.

Iniciaron entonces un idilio que no pasó desapercibido a sus compañeros. Lázaro era capitán en el ejército del granadino Jiménez de Quesada en su exploración de Colombia y sus carantoñas no sentaron bien a ciertos camaradas que le denunciaron con la injusta excusa de robar esmeraldas. Jiménez terminó por aburrirse del gaditano y ordenó su ejecución pero, convencido por sus capitanes de que el castigo era excesivo, mandó trasladarlo a territorio hostil y dejarlo sin armas, amarrado a un árbol. El gaditano protestó cuando le condenaron a una región de antropófagos y su pena cambió por otra más llevadera: la región de los menos agresivos Pascas. El capitán Lázaro debía de pensar por qué demonios había abandonado la comodidad de su Cádiz natal, donde era noble y rico, por una absurda situación en la que esperaba la muerte en cualquier momento.



Pero su enamorada Sorotama siguió al reo a su prisión sin puertas y convenció a los nativos de que ese desvalido blancucho que deambulaba sin rumbo era nada menos que el rey Sol. Instalados entre los indígenas, la pareja vivía un tórrido romance cuando Lázaro supo que sus antiguos compañeros estaban en apuros porque en la sabana de Bogotá habían dado de bruces con otras dos expediciones en busca de oro. El gaditano, todo pundonor, escribió a su superior sobre la piel de un venado para que supiera que seguía a sus órdenes. Jiménez de Quesada aceptó el ofrecimiento y el gaditano volvió con los suyos dejando atrás a su amada y a un hijo que había engendrado entre tanto. La leyenda asegura que la bella Sorotama vagó durante años hasta que acabó con su vida y la del pequeño arrojándose a la laguna de Guatavita, origen de la leyenda de Eldorado.



En la segunda vida del capitán Fonte destaca el juicio contra su causa en la muy colombiana ciudad de Tunja en el año de 1544. El aguerrido gaditano no aparece ya como un virtuoso por el que suspiran las muchachas sino como un monstruo acusado de violar a niñas de todas las edades, incluso alguna había que no podía aún ni andar. ¿Era el mismo Lázaro Fonte que enamoró a la hermosa Sorotama? Pues debía serlo aunque ahora resulta que la fama de violento perseguía al gaditano desde Cádiz y en alguna parte consta que huyó porque mató a un alguacil y anduvo escondido hasta que convenció a un criado para que asumiera la culpa mientras él escapaba al nuevo continente. Apenas integrado en la expedición de Quesada lo encontramos en Fusagasugá pasando a la fama al asesinar a cuarenta nativos, para que aprendieran a obedecer, según aseguró él mismo. Fonte quiso castigar la supuesta muerte de un español y citó a los caciques de la región para conocer lo sucedido: reunidos todos, dio de comer con ellos a los perros, cercenó las narices de los niños y los pechos de las mujeres, los quemó y, ya sin oposición, pacificó la zona y aumentó su fortuna con las esmeraldas y el oro de los masacrados. Cuando la matanza acabó, el español supuestamente asesinado apareció herido de una pedrada en una oreja.



De Fonte se afirmaba que ataba a las niñas a palos en forma de aspa para mejor permitir el negocio carnal, que cortaba narices y manos a sus prisioneros, que traficaba con esmeraldas a pesar de la prohibición real y que su crueldad encaja con el prototipo de conquistador psicópata que originó las denuncias de Bartolomé de las Casas. Con todo y eso, Lázaro aún pudo instalarse en Quito, desposarse con la rica heredera del gobernador y conseguir los títulos de corregidor y contador de la real hacienda. Su doble vida de amante esposo, motivo de leyenda romántica, héroe de los ejércitos y alto cargo de la política se llevaba mal con el goteo incesante de juicios por su carrera como matarife y violador. En la historia de su vida, el historiador Esteban Mira Caballos desmiente incluso la romántica leyenda en la que la bella Sorotama perseguía a los hombres de Jiménez de Quesada para proteger a su amado. Según Mira fue el propio conquistador granadino el que envió a su hermano a liberar al gaditano, arrepentido de haberlo dejado atado a un árbol a merced de los indígenas. Pérez de Quesada, vistas las sádicas habilidades de Lázaro, lo consideró perfecto para buscar el oro de Eldorado en la selva. Lázaro Fonte murió de viejo en Quito, descontento porque los frecuentes juicios le habían impedido convertirse en uno de los hombres más ricos de las colonias. Murió, no obstante, rico y bien considerado entre los suyos.


Historia de la literatura en Nueva Granada, José María Vergara y Vergara, Bogotá, 1867.

Leyendas populares colombianas,  Javier Ocampo López, Plaza&Janes, Bogotá, 2006

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