jueves, 26 de diciembre de 2013

Viaje a Indonesia: las curiosas viviendas del pueblo Toraja


A las afueras de Rantepao una familia inaugura su casa y Franz Toraja está entusiasmado. Lo miro circunspecto, grave y ceñudo: no será para tanto, me digo, pero luego pienso que cada vez que Franz se entusiasma con algo me depara una aventura extraña. Primero me sorprendió con un funeral donde el occiso llevaba muerto varios años y conservado en formol. Más tarde me llevó a comer la exquisitez local: perro. La inauguración de una casa no parece nada del otro mundo pero, ¿quién sabe? Las casas son curiosas, eso sí, recuerdan a barcos enfilando la proa hacia el mar tenebroso, todas alineadas y presididas por cornamentas. Vamos, me digo mientras preparo mi estómago y mi olfato, por si las moscas.

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Las casas toraja se llaman Tongkonan y resulta que no pueden comprarse ni venderse. Meneo la cabeza porque aquí los constructores españoles, y la caterva de corruptos antiburbujistas, no tendrían razón de ser. ¡¡Casas que ni se compran ni se venden!! Las Tongkonan se construyen siempre orientadas de norte a sur y dicen que la entrada es una frontera entre lo divino y lo humano. Siempre están alineadas a los lados de la calle principal, levantadas sobre pilotes circulares de madera, dicen que para evitar que las ratas y otros bichos entren en el interior. Es curioso pero esa forma tan peculiar realmente parece venir de los barcos que utilizaban los primitivos Toraja y aseguran que antes, en los tiempos remotos, se usaban las quillas de las embarcaciones como cubiertas.
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Claro que no hay una explicación única y las teorías son muchas, contradictorias y variadas, aunque hay dos que sobresalen por aclamación. Una es la ya mentada, que me explica Franz, y que se remonta a los primeros colonizadores de la isla de Sulawasi. La segunda no es que varíe mucho, porque insiste en la quilla de una embarcación, aunque dicen que es una copia del barco que utilizó el mismísimo Dios Creador cuando bajó del cielo para mezclarse con los humanos. Para terminar de enredar la explicación, hay quien asegura que de eso nada y que si nos fijamos bien veremos que en la peculiar forma de los tejados se adivina un buen par de cuernos, que al fin y al cabo parece ser toda una obsesión nacional y el animal sagrado de los toraja.
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La curiosa forma se lleva más allá y los graneros que sitúan siempre junto a las casas, como si fueran trasteros vegetales, también tienen la misma forma, los mismos tejados y los mismos colores. Todo tiene esa extraña forma y unos colores similares. Unos colores que incrustan en las tallas y que tienen sus significados: el rojo alude a la sangre, tan presente en todos los actos sociales de este curiosa etnia, el amarillo es la bendición divina, el blanco recuerda a los espíritus porque es el mismo color de los huesos y el negro, a la muerte. Las cornamentas que presiden la puerta indican, para terminar de enredar la madeja, el nivel de riqueza de la familia y cuantos más cuelguen, más ricos los de dentro y más envidia generarán, imagino yo, entre el vecindario.

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Pero los graneros, que a excepción de la colección de cuernos mantienen todos los tipos reconocibles de las viviendas principales, no son las únicas imitaciones de los arquitectos toraja. La curiosa construcción está en las tumbas, en las señales de tráfico, en los efímeros poblados que construyen en la época de funerales. Algunas tumbas también imitan a las casas, incluso con la réplica del muerto presidiendo el edificio, a modo de colección de cornamentas. Ya he visto yo esas estatuitas antes, subidas en las montañas sagradas, y no puedo negar que me dan cierto escalofrío. Un estremecimiento que apaciguan las filigranas talladas en las fachadas y que se llaman Passuras, que al parecer deriva del árabe Sura, o escritura. Las fachadas se dividen horizontalmente en tres franjas y en dos verticales, cada franja con su sentido esotérico: las horizontales corresponden a la cosmogonía toraja: el inframundo, el mundo terrenal y lo que nosotros identificamos con el cielo. Las mitades verticales corresponden a la simetría central de las fachadas norte y sur, y vienen a representar la vida y la muerte

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La fiesta de inauguración promete: decenas de personas deambulan alegres, algunas claramente ebrias, los cerdos esperan histéricos la matanza dentro de unas no menos alegres jaulas de colores que, cosas de los toraja, imitan también las viviendas.

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Las jaulas donde guardan a los cerdos imitan también a las casas (y los pobres gorrinos, de tanto gritar, hasta echan espumarrajos por la boca al ver cómo descuartizan a sus colegas..)

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Un grupo de lánguida música indonesia deleita a los visitantes con unas larguísimas melodías que parecen no acabar jamás, acompañadas de guitarras eléctricas y batería, una especie de rock de los mares del sur. Los dueños del nuevo Tongkonan está eufóricos, ha venido gente incluso de otras islas para el evento, todo debe de salir bien. No es para menos.

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El Tongkonan es una (otra más) de las señas de identidad del pueblo Toraja, el nexo que les une a sus ancestros y una posesión de la mujer, que albergará al marido hasta que se divorcien, si es que eso ocurre, y se quedará con la vivienda mientras manda al hombre a paseo. Los dueños de la vivienda dicen que han tardado dos años en reunir el dinero y en levantarla, aunque la obra propiamente dicha no suele tardar más de tres o cuatro meses de trabajo. No me dicen nada de su pretendida nobleza pero al parecer suelen ser descendientes de nobles los que habitan estas curiosas casas mientras que los plebeyos del populacho ocupan casas más modestas, de bambú y poco más. Miro con aprensión la casita porque me temo que si fuera toraja no tendría acceso más que a las del populacho..

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