martes, 4 de septiembre de 2012

Viaje a Marinaleda: el callejero y el duque del Infantado



Si usted se dirige a Marinaleda desde el vecino municipio de El Rubio entrará por una calle que lleva por nombre Juan XXIII (el papa de la paz), calle que se convierte en vía principal que lleva el nombre de Avenida de la Libertad y que cruza, por ejemplo, la de Ernesto Che Guevara, paralela a las de la Fraternidad y de la Solidaridad. Cercana está la de Boabdil, el último rey moro de Granada, y también la plaza del depuesto presidente chileno Salvador Allende, la del ayuntamiento (donde a veces ondea febril la tricolor republicana). El 8 de octubre se celebra el día del Heroico Guerrillero, en honor al comandante Che Guevara, una festividad que no llama la atención en la mayor parte de España pero que sí tiene su momento en Marinaleda, como el 30 de enero, día de la muerte de Gandhi, jornada de la paz en el pueblo. La población no deja de asombrar en según qué aspectos: hace dos décadas expropiaron miles de metros cuadrados alrededor del pueblo, se apostó por la autoconstrucción y el gobierno municipal anunció que cedería gratuitamente albañiles y arquitectos para que cada cual se construyera su hogar: hoy la hipoteca para los vecinos alcanza los quince euros por viviendas de tres dormitorios y patio de cien metros. Aquí puedes ver más cosas, en la web oficial de Marinaleda. Si el callejero anuncia las intenciones de sus vecinos, el de Marinaleda no puede ser más claro.







'Nos tienen miedo porque hemos dado con la tecla', me dice Sánchez Gordillo en El Puerto de Santamaría, tocado con un sombrero vueltiao (típico en Colombia) y un pañuelo palestino, rojo, negro y blanco, rodeado de admiradores que le paran para fotografiarse con él, que lo miran desde lejos con admiración. Gordillo lleva tocando la tecla muchas décadas, a juzgar por el éxito de sus convocatorias, por sus discursos encendidos y revolucionarios y por el odio manifiesto que despierta entre sus adversarios. Tengo la impresión de que Gordillo ha entrado en un nirvana popular y que muchos de sus admiradores se dirigen a él como si fueran de visita a Lourdes. El diario británico The Guardian lo califica de Robin Hood y lo compara con Gandhi en su lucha no violenta: The Guardian. La marcha que encabeza en El Puerto pretende dar visibilidad al problema de la pobreza en Andalucía y los jornaleros responden a su llamado entre amenazas anónimas de muerte, una vigilancia exhaustiva de la policía y acciones sorpresa en bancos y supermercados. Gordillo y los suyos son ahora una noticia diaria y nacional, una amenaza para el sistema, o una esperanza (según opiniones), una fuente de novedades para la prensa extranjera (lo siguen casi que constantemente unos muchachos que graban un documental para Alemania) y un motivo de discusión para los españoles: discusiones de voz en grito, de ideologías extremas, de confrontación guerracivilista. Cuando visité Marinaleda, hace ya algunos años, el Robin Hood de la estepa ni siquiera tenía nevera en su minúscula casa pero los vecinos gozaban de una piscina olímpica y unas instalaciones para su televisión local que superaban a las de muchas regionales. Como contraparte, las asambleas que se celebraban los sábados parecían algo más decaídas, acaparada la palabra por el insigne alcalde, alcalde desde 1979 y parece que por muchos años más. A Gordillo lo adoran los suyos y lo odian los contrarios. Por lo que intuyo le encanta, además, que los suyos le adoren y también le causa cierto placer que lo odien sus enemigos: es la confirmación de que su causa va por buen camino. En la Marinaleda de hoy no sé si las asambleas seguirán de capa caída o los últimos acontecimientos habrán revitalizado el movimiento libertario popular pero sí que el minúsculo pueblecito ha vuelto a situarse en la portada de cientos de periódicos y revistas de todo el mundo, un logro sin par porque los periódicos y revistas cada vez son menos y el pueblecito sigue sin alcanzar la cifra mágica de 3.000 vecinos.


Su primer gran momento, el de Gordillo y el de Marinaleda, comenzó a gestarse hace muchos años: de hecho hace mucho siglos. El 22 de julio de 1475 los Reyes Católicos conceden al segundo Marqués de Santillana, Diego Hurtado de Mendoza, el título nobiliario de Duque del Infantado, y treinta y cinco años más tarde la familia consigue la Grandeza de España. Entre las muchas propiedades que llegó a tener el ducado del Infantado se encontraba el Condado de Saldaña, el Palacio del Infantado en Guadalajara, la casa de Lazcano en Guipuzcoa, el Palacio de Barrena, en Ordizia, el castillo de Manzanares el Real y el de la Monclova, en Sevilla. En los tiempos de la II República, el ducado poseía 17.141 hectáreas, una cantidad nada desdeñable de tierras que lo convertía, no obstante, tan sólo en la novena propietaria del país. El lema de los Mendoza dice así: 'Dar es señorío y recibir servidumbre', una bonita frase ideada por Íñigo López de Mendoza en el siglo XV que ha servido como principio a la familia durante más de seis siglos.



Si dar es señorío, el ducado del Infantado alcanzó la máxima expresión de la palabra en 1991, cuando se vio forzado a ceder alrededor de 1.200 hectáreas de su finca El Humoso, situado en el municipio sevillano de Marinaleda. Una finca que generó cientos de portadas de periódicos y revistas en los años ochenta y noventa, cuando el grupo de jornaleros que lideraba un joven y desconocido alcalde se empeñó en cambiar la titularidad de sus propietarios por la del Pueblo, así sin más. Tras huelgas, ocupaciones, protestas ante las sedes oficiales de las administraciones, detenciones y discusiones sin fin, la finca El Humoso pasó al Pueblo, como aspiraban los jornaleros de Marinaleda, y su líder, Juan Manuel Sánchez Gordillo, captó las miradas de todos los que soñaban con una utopía socialista. Curiosamente logró su objetivo unos meses después de la caída del muro de Berlín y el mismo año del colapso de la Unión Soviética, un motivo de esperanza para los partidarios y de chanza para los detractores. Lo cierto es que, con Sánchez Gordillo al frente, Marinaleda nunca ha vuelto al anonimato que se supone a un municipio de jornaleros perdido en una de las zonas más calurosas de Andalucía.




© José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com















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